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martes, 21 de mayo de 2013

Escuelita de Ladrones


ESCUELITAS DE LADRONES
Por Jorge Rendón Vásquez


Desde que las prisiones fueron creadas, sus huéspedes más baquianos y visionarios establecieron en ellas las primeras escuelas de formación profesional.
Mucho tiempo después, Barrabás, el avezado ladrón y asesino a quien el populacho hizo perdonar la vida en lugar de Cristo, egresó de una de esas escuelas, al parecer con altas notas, según se infiere del relato de Pär Lajerkvist, el novelista sueco.
En la larga noche de la historia que fue la Edad Media, los ladrones conformaron también una corporación y, como acontecía en las demás, fueron muy rigurosos con la formación de sus pupilos a los que, para graduarse, exigían la “obra maestra”, que consistía en una sustracción sensacional a algún noble o comerciante. No se metían con la Iglesia, de la que todos eran sumisos y practicantes fieles, aunque adoraran en secreto a su patrono, el dios de la mitología griega Caco.
La “Corte de los Milagros” de Paris, de fines del siglo XV, de la que da cuenta Victor Hugo en su inmortal novela El jorobado de Notre Dame, era un abigarrado amontonamiento de casuchas levantadas a un lado del gran mercado, al que Zola llamaría “El vientre de Paris”, desaparecido hace cincuenta años para erigir en su lugar una ciudadela de tiendas y hermosos paseos (como todo en la Ciudad Luz). Esa Corte era nada más que un tribunal de justicia y jurado constituido por los ladrones y asesinos de mayor renombre. Una de sus funciones consistía en supervigilar la formación de los aprendices de choros. A los chapuceros los sometían a feroces castigos, puesto que un ladrón descubierto podía encaminar a los alguaciles hacia otros y llevarlos a todos a la horca.
La tradición de la formación de ladrones ha continuado y se ha perfeccionado. Las víctimas del timo son, por lo general, personas privadas. No hay prisión en la que no exista una escuela con tal cometido. Las hay en los países más altamente desarrollados (Sing Sing, Alcatraz, La Santé, Carabanchel, etc.), de alto nivel, como también en los países de menor desarrollo. Es posible que en todas se exija el pago de pensiones de enseñanza, como en cualquier otro centro educativo privado.
Lo realmente novedoso es la creación de estas escuelitas de ladrones en el Perú, en ciertas universidades y academias de algunos partidos políticos, para desvalijar al Estado y usufructuar de los poderes de éste en sus relaciones con los particulares, actividades que demandan ciertas técnicas que se tornan más sofisticadas a medida que se asciende en la jerarquía de la administración. En las universidades, su rango es, por lo general, el de las maestrías, gozan de valor oficial y sus profesores son ex funcionarios de alto nivel político o administrativo, cuya fortuna personal de origen desconocido acredita su dominio de las asignaturas a su cargo. Modernidad obliga.
El Estado se ha convertido en un sujeto pasivo del latrocinio especializado desde que la configuración de sus órganos y su funcionamiento pasó a ser una prerrogativa de los ciudadanos. Antes de que esto ocurriera, el patrimonio del Estado era parte del patrimonio de reyes y nobles del que podían disponer a voluntad. Un robo al Estado era una agresión personal al rey o al señor feudal, sancionada, por lo general, con la pena de muerte. Al advenir la noción del Estado como asociación conformada por todos los ciudadanos investidos de igualdad ante la ley, la posibilidad de robar los caudales públicos requirió el ingreso previo de los ladrones a los órganos administrativos encargados de la gestión de los servicios públicos. Ese acceso puede producirse por elección, golpe de Estado o por nombramiento. Como la elección ha sido reservada a los partidos y otros grupos políticos, quienes se proponen timar al Estado tienen que constituir esas agrupaciones, infiltrarse en ellas o pagar para conformar sus listas de candidatos. El golpe de Estado abrevia el camino al poder y a la administración pública y silencia las críticas. El nombramiento puede lograrse negociándolo con el funcionario dotado del poder de hacerlo, incluso al interior de los partidos políticos. En el quinquenio de gobierno pasado, advertí, leyendo el diario oficial, que en los ministerios ciertos funcionarios sólo duraban en sus cargos unos tres meses. La única explicación de tan acelerado cambio fue que en las células de su partido, correspondientes a cada entidad pública, los militantes interesados hacían cola para acceder a los cargos y que, a pesar de las listas de espera, había también odiosas preferencias. Todos dejaban, sin embargo, algo para la finca.
En los programas de enseñanza de las escuelitas de ladrones figuran cursos que, con una u otra denominación, presentan un contenido similar, y pueden catalogarse según los pasos del quehacer delictivo: selección de la entidad, la modalidad de acción y los personajes sobre los que se deberá trabajar; preparación del terreno; ejecución del plan; y retirada borrando las huellas.
El manejo del presupuesto es una asignatura fundamental para quien quiera timar al Estado. El programa de estudios comprende desde la proyección de las partidas con la provisión suficiente hasta su utilización. La habilidad consiste en disfrazar el destino del gasto. Uno de los capítulos más importantes es la manera de controlar las direcciones de planificación y contabilidad.
La adquisición de bienes y servicios por el Estado, por licitación pública, concurso de precios y adjudicación directa es otra asignatura esencial. Se enseña, sobre todo, el uso de los vacíos de la ley y los reglamentos y a evaluar la solidez de la complicidad y el quantum de las ofertas de los terceros interesados. Una situación similar acaece cuando es el Estado el vendedor de sus bienes.
El otorgamiento de concesiones, licencias, permisos y otras autorizaciones y los contratos del Estado con los particulares implican conocimientos de contabilidad y derecho. Se hace hincapié en la manera de detectar y absorber la comisión invisible que las empresas destinan a los funcionarios del Estado encargados de dictar las disposiciones correspondientes. Un ex Presidente de la República, de volumen y locuacidad comparables a las del emperador romano Heliogábalo, acuñó como axioma de la función pública la expresión “la plata llega sola”, que se ha hecho célebre, por su elocuente sinceridad y objetividad didáctica. Se  la enseña con ejemplos prácticos.
Otros cursos de técnica de gestión son: la venta de comisiones de servicio, nombramientos y contratos de personal; la venta de indultos; y la infiltración de los órganos del Estado encargados del control y la sanción de los delitos contra el Estado.
La gobernabilidad ha sido instituida como una materia de teoría política. Este término fue creado por la Comisión Trilateral constituida en julio de 1973 por el Chase Manhattan Bank y los epígonos del neoliberalismo para significar la manera como los gobiernos de los países en vías de desarrollo deben apaciguar la protesta social, combinando fórmulas de asistencialismo y represión a palo y bala. Lo introdujo en el Perú, a comienzos de la década pasada, el entonces candidato a la Presidencia de la República, Alejandro Toledo, y se generalizó tanto que hasta la llamada izquierda peruana lo emplea. En este curso se abunda en proyecciones.
Los postulantes a esas escuelitas se agolpan ante las oficinas de inscripción. Todos saben que lo que importa es estar adentro y mostrar obsecuencia y dedicación para hacerse notar. No interesa la aprobación de los cursos, ni redactar la tesis que, al parecer, no son obligatorias. La recompensa a los alumnos más confiables es su incorporación a la función pública, si el partido político animador de la escuelita llega al control de algún órgano del Estado o de alguna otra institución: colegios profesionales, universidades, asociaciones, clubes, etc. donde ingrese dinero.
(20/5/2013)

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