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domingo, 23 de junio de 2013

Noam Chomsky y las 10 Estrategias de Manipulación Mediática

Noam Chomsky y las 10 Estrategias de Manipulación Mediática 

El lingüista Noam Chomsky elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través 
de los medios
1. La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia 
de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas 
importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la 
técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. 
La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público 
interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la 
psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos 
de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al 
público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como 
los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”. 
2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado 
“problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar 
cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea 
hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u 
organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de 
seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para 
hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales  y el 
desmantelamiento de los servicios públicos.
3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, 
basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que 
condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas 
durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, 
flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos 
cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez. 
4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de 
presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, 
para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio 
inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el 
público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar 
mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para 
acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el 
momento. 
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida 
al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente 
infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de 
poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más 
se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si 
ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella 
tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un 
sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas 
para guerras tranquilas”)”.
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto 
emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y 
finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro 
emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, 
deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos… 
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea 
incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su 
esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más 
pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las 
clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar 
para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a 
creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto… 
9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable 
por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, 
o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se 
auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la 
inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución! 
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso 
de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente 
brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites 
dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha 
disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como 
psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él 
se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un 
control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí 
mismos. 
 “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a 
mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. 
Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. 
Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta 
información”.
Rodolfo Walsh

sábado, 8 de junio de 2013

Washington teme al viento del Oriente

Washington teme al viento del Oriente 
por Manlio Dinucci 
El presidente Obama se prepara para recibir a su homólogo chino. Pero el encuentro va a desarrollarse en un ambiente de cordialidad a la vez que de temor. Washington no sabe cómo controlar el desarrollo del panda chino, cuya influencia se ha hecho planetaria. 
 RED VOLTAIRE | ROMA (ITALIA) | 
 La cumbre «informal» entre el presidente Obama y el presidente chino Xi Jinping, que se desarrollará en California el 7 y el 8 de junio de 2013, se transmitirá por televisión a escala planetaria, según el guión washingtoniano de la cálida atmósfera familiar, aderezada con sonrisas y payasadas. 
 El tono cambiará, sin embargo, cuando se apaguen las cámaras. Muchas preguntas candentes están sobre la mesa. Estados Unidos, país que ocupa el primer lugar mundial en inversiones directas en el exterior (IDE) tiene invertidos más de 55 000 millones en China (primer destino mundial de las IDE), donde las transnacionales estadounidenses han deslocalizado cada vez más su producción manufacturera, gran parte de la cual se reimporta después [a Estados Unidos]. 
 Sin embargo, Estados Unidos ha contraído así ante China un déficit comercial que sobrepasó en 2012 los 315 000 millones de dólares, o sea 20 000 millones más que en 2011. Las inversiones chinas en Estados Unidos son mucho menores, lo cual se debe sobre todo a las restricciones impuestas. Por ejemplo, sólo se aceptan inversiones chinas en el sector de la alimentación (un grupo de Shanghai acaba de comprar el mayor productor estadounidense de carne de puerco), pero el sector de las telecomunicaciones está enteramente vedado para los capitales chinos. 
Washington acusa además a China de haber penetrado con sus hackers los sistemas informáticos estadounidenses y de robar así datos sobre una veintena de sistemas de armas entre los más avanzados. La economía, que ha alcanzado el segundo lugar mundial con un ingreso nacional bruto que es casi la mitad del que registra Estados Unidos, se hace cada vez más dinámica: no sólo su capacidad productiva es impresionante –exporta cada año 1 000 millones de teléfonos celulares o móviles y 20 000 millones de piezas de ropa– sino que también invierte cada vez más en países de importancia estratégica para Estados Unidos. 
Después de gastar 6 000 millones de dólares en las guerras de Afganistán e Irak y de haberse endeudado hasta el cuello, Estados Unidos se ve ahora ante una China cada vez más presente en esos países. En Irak, no sólo compra alrededor de la mitad del petróleo producido sino que además está haciendo, a través de compañías estatales, grandes inversiones en la industria del petróleo, ascendientes a más de 2 000 millones de dólares al año. 
Cerca de la frontera iraní se ha construido incluso un aeropuerto destinado especialmente a garantizar el transporte del personal técnico chino. La carta de triunfo de las compañías chinas es que, al contrario de la compañía estadounidense ExxonMobil y de otras compañías occidentales, las empresas chinas aceptan contratos para la explotación de los yacimientos en condiciones mucho más ventajosas para el Estado iraquí, sin priorizar la ganancia sino la garantía del abastecimiento en petróleo, del que China se ha convertido en el principal importador mundial. En Afganistán, compañías chinas están invirtiendo en el sector minero, después de que geólogos del Pentágono descubriesen allí ricos yacimientos de litio, cobalto y otros metales.
Al enfrentar cada vez más dificultades en el plano de la competencia económica, Estados Unidos pone la espada en la balanza. En vísperas de la cumbre, el secretario de Defensa Hagel «tranquilizó a los aliados asiáticos ante el crecimiento militar chino» prometiendo que, a pesar de la austeridad, Washington desplegará en la región Asia/Pacífico fuerzas dotadas de las más avanzadas tecnologías militares: unidades navales con armas laser, navíos de combate costero, aviones de combate F-35, etc. 
Los navíos de guerra desplegados en el Pacífico, que hoy constituyen la mitad de los 100 desplegados (de un total de 283), serán después más numerosos. Según Hagel, Estados Unidos conservará así «un margen decisivo de superioridad militar». A la que sigue aferrado el imperio «americano» de Occidente en su lucha contra la decadencia. 
 Manlio Dinucci Fuente Il Manifesto (Italia)