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domingo, 7 de febrero de 2010

EL PARTIDO COMUNISTA Y LOS SINDICATOS

EL PARTIDO COMUNISTA Y LOS SINDICATOS
Por : Antonio Gramsci
La lucha del proletariado por la conquista de la autonomía industrial se ha concretado históricamente en la organización de los sindicatos profesionales. El sindicato es la primera creación original del proletariado que busca los límites de su propia estructura de clase, elige de su mismo seno a sus dirigentes, adquiere los primeros elementos de una administración propia y de un propio gobierno, y se propone limitar y controlar la arbitrariedad y la prepotencia de las clases dominantes, sentando así las primeras bases de su propia emancipación y de su propio poder. En el curso de su desarrollo, el movimiento sindical se vuelve la negación más decidida de la democracia burguesa. El proceso de desarrollo del capitalismo está caracterizado por dos hechos esenciales: una organización y una concentración máxima de los medios materiales de producción y de cambio, obtenidas especialmente a través del monopolio del crédito; y, en contraposición, una máxima desorganización y pulverización del más importante instrumento de producción: la clase trabajadora. La institución política donde se reflejan estos caracteres del capitalismo es el parlamento nacional, organización concreta de la democracia burguesa. Para que este régimen funcione normalmente, basta con que el pueblo trabajador se reúna como cuerpo sólo en el brevísimo instante de las elecciones de inmediatamente disolverse. La organización permanente de grandes masas, aunque ellas luchen por fines alcanzables sólo en el campo de la producción industrial, no puede menos que determinar, en última instancia, la descomposición de los órdenes constituidos. El solo hecho de que las organizaciones sindicales surjan y se desarrollen es la evidente demostración de que la democracia burguesa y el régimen parlamentario están corrompidos hasta en sus raíces: ellos, en efecto, surgieron para garantizar la libertad y las mejores condiciones de desarrollo de la personalidad humana que se afirma en función de la propiedad de bienes materiales, no de la personalidad humana que se afirma en función de la propiedad de energía física a aplicar a la producción de bienes materiales. Así, en cierto momento, la mayoría de la población queda sin protección alguna de parte del estado, justamente en lo referido a las actividades primordiales de la existencia: entonces, es natural que esa mayoría trate de garantizarse con medios propios, vale decir que cree su propio estado dentro del estado.
La organización sindical, embrión de un estado obrero dentro del estado burgués, sólo puede ser sufrida transitoriamente por el régimen capitalista: en los hechos, y en determinadas circunstancias, hasta puede ser útil al desarrollo del propio capitalismo. Pero la organización sindical no puede ser incorporada al régimen y volverse copartícipe del gobierno del estado. Puede gobernar efectivamente al estado sólo quien controla efectivamente la fábrica y la empresa y encuentra en este control las condiciones de su propia independencia económica y de su propia libertad alguna de parte del estado, justamente en lo referido a las actividades primordiales de la existencia: entonces, es natural que esa mayoría trate de garantizarse con medios propios, vale decir que cree su propio estado dentro del estado.
La organización sindical, embrión de un estado obrero dentro del estado burgués, sólo puede ser sufrida transitoriamente por el régimen capitalista: en los hechos, y en determinadas circunstancias, hasta puede ser útil al desarrollo del propio capitalismo. Pero la organización sindical no puede ser incorporada al régimen y volverse copartícipe del gobierno del estado. Puede gobernar efectivamente al estado sólo quien controla efectivamente la fábrica y la empresa y encuentra en este control las condiciones de su propia independencia económica y de su propia libertad espiritual. La participación efectiva de los sindicatos en el gobierno el estado debería significar la participación efectiva de la clase obrera en el gobierno de la fábrica, lo que normalmente está en absoluta contradicción con las necesidades capitalistas de la disciplina industrial. Estas necesidades determinan la implacable aversión del capitalismo por el movimiento sindical y su incesante lucha por disgregarlo y pulverizarlo. La invitación dirigida a los sindicatos para que participen directamente del gobierno puede tener entonces un solo significado: la absorción de los actuales dirigentes sindicales en el sector gubernativo para que cumplan en la sociedad un trabajo similar al cumplido por el capataz en la jerarquía de fábrica, para que aseguren al capitalismo el consentimiento pacífico de la clase obrera a una intensificación de la explotación. La invitación no sería entonces otra cosa que la fase actual de un fenómeno que siempre se ha verificado en la historia de la clase obrera: con el fin de disgregar la organización, el capitalismo nunca ha dejado de apelar a todos los recursos para corromper y colocar a su servicio a los elementos obreros que a través de la actividad sindical se han distinguido por su capacidad de inteligencia. Impedir que del seno de la masa obrera surja una capa dirigente autónoma, decapitarla periódicamente, empujándola al caos y a la indiferenciación: estos son aspectos de la lucha del capitalismo contra el proletariado
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II. Función y desarrollo de los sindicatos
La organización sindical se presenta históricamente como la antítesis y la negación de la democracia burguesa y del régimen parlamentario. Este hecho ha determinado el surgimiento de una ideología fundada en toda una serie de creencias sobre los desarrollos del sindicato que la realidad histórica ya se ha encargado de demostrar como absolutamente arbitrarias y falaces: el sindicalismo. Por su mismo origen y por los modos de su desarrollo, la organización sindical tiene límites que no pueden ser superados orgánicamente, a través de una expansión automática del movimiento inicial. El sindicato nace y se desarrolla, no por una energía autónoma, sino como una reacción a los males determinados por el desarrollo del sistema capitalista en perjuicio de la clase trabajadora. La organización sindical se mueve paralelamente al movimiento de la organización capitalista, como un reflejo de este movimiento; junto al proceso de monopolización de los instrumentos materiales de producción y de cambio se desarrolla el proceso de monopolización de la fuerza de trabajo. Sin embargo, se trata de un fenómeno que objetivamente no se diferencia del fenómeno capitalista, y la realidad ha demostrado cuán absurda es la creencia de que, en la competencia, el monopolio de la fuerza de trabajo podría lograr el predominio y la pura resistencia corporativa habría hecho derrumbar el poder industrial y, por consiguiente, el poder político del capitalismo. La realidad histórica ha demostrado que si la pura resistencia corporativa puede ser, o mejor aún lo es de hecho, la más útil plataforma para la organización de las más amplias masas, esa sin embargo, en un momento dado, cuando le place al capitalismo, que posee en el estado y en la guardiablanca un poderosísimo instrumento de coerción industrial, puede también revelarse como un fantasma inconsistente. La organización subsiste, el proletariado no pierde su espíritu de clase, pero la organización y el espíritu de clase ya no se expresan en el sindicato, que con frecuencia es abandonado; se expresa en cambio en una multiplicidad de manifestaciones alrededor del partido político al que la clase obrera reconoce como su partido. La pura resistencia corporativa se vuelve pura resistencia política.
También las previsiones de carácter técnico hechas por los sindicalistas respecto del desarrollo del sindicato se han demostrado arbitrarias y falaces. Los cuadros de las organizaciones sindicales habrían debido ofrecer una prueba experimental de la capacidad de la clase obrera para gestionar directamente el aparato de producción. El desarrollo normal de la organización sindical provocó resultados completamente opuestos a los previstos por el sindicalismo: los obreros convertidos en dirigentes sindicales perdieron por completo la vocación laboriosa y el espíritu de clase, y adquirieron todos los caracteres del funcionario pequeñoburgués, intelectualmente perezoso y moralmente corrompido o fácil de corromper. Cuanto más se amplió el movimiento sindical, incorporando a grandes masas, tanto más se extendió el "funcionarismo"; la imposibilidad de convocar frecuentemente las asambleas generales de afiliados impidió el control de las masas sobre los jefes; los obreros mejor retribuidos o que tenían otros ingresos aparte del salario formaron un sindicato dentro del sindicato, sosteniendo a los dirigentes en su obra de lento acaparamiento de la organización a los fines de un sector político, que luego reveló ser simplemente la coalición de todos los funcionarios sindicales mismos; estar organizados significó para la mayoría de los obreros no ya participar en la vida de la propia comunidad a fin de ejercer y desarrollar sus propias dotes intelectuales y morales, sino solamente pagar una cuota obligada para gozar de libertades formales, similares en todo a las libertades de que goza el ciudadano en el ámbito el estado parlamentario.
Con la formación de esta superestructura burocrática que funciona como partido político, se cierra todo un período histórico del movimiento sindical. La clase obrera, que en decenas y decenas de años había logrado formarse una capa dirigente, es decapitada por el tránsito de esta capa al campo de la democracia burguesa: la centralización fatigosamente lograda de todas las energías revolucionarias expresadas caóticamente por el desarrollo del capitalismo, en lugar de ser un instrumento, aun el más importante instrumento de la revolución social, se vuelve el factor decisivo de una íntima disgregación y del más completo descalabro de la estructura clasista. Este fenómeno no se limita a la clase obrera, y se revela como un fenómeno universal, propio de todas las clases oprimidas, de todo el movimiento de rebelión popular contra el régimen capitalista: caracteriza al período de organización y de ordenamiento de las energías revolucionarias elementales. La burocracia sindical nace y se agrupa por su propia cuenta en el terreno del movimiento sindical obrero: en el terreno de los campesinos, corresponde a este fenómeno el nacimiento y la organización de toda esa multiplicidad de partidos y de grupos políticos pequeñoburgueses que dieron la ilusión de una renovación de la institución parlamentaria, convertida en terreno de la acción política de las grandes masas. Y al mismo tiempo, dan también la ilusión de la posibilidad de una evolución legal y orgánica del capitalismo al socialismo. Pero, en realidad, a este desarrollo de grullos colaboracionistas en el terreno del movimiento revolucionario corresponde una intensificada actividad reaccionaria del capitalismo contra las grandes masas: las masas, privadas de su organización centralizada, retornan a formas de lucha que parecían superadas por la historia, que parecían propias de los primeros orígenes del movimiento revolucionario. Y este movimiento revolucionario vuelve a ser subterráneo, vuelve a ser un brotar desordenado y caótico de energías no injertadas de manera estable en cuadros vastos de integradores, sin una centralización, sin una simultaneidad de acción que no sean la centralización y la simultaneidad determinadas naturalmente por la centralización y la simultaneidad propias de la acción ofensiva del régimen capitalista

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