REVISTA VELAVERDE

Les aseguro que talento y compromiso con la patria (ese juramento que solo fue ruido en sus labios yertos), hay de sobra en este suelo”.
POR EDUARDO ABUSADA
Editor General
Cuba, 18 de septiembre de 1949. Amancio Ro­dríguez era en ese entonces secretario gene­ral del Sindicato Azucarero, defensor de los derechos de los obreros contra los excesos y abusos de compañía Francisco Sugar Com­pany, respaldada por el Gobierno del corrupto Carlos Prío Socarrás, quien acabó suicidándose muchos años después. Se celebraba aquel día una asamblea del sindicato, y los opositores al líder no le permitían hablar. Así que diciendo: “Me dan la palabra o la tomo yo”, caminó en dirección al estrado. ¡Pum, pum, pum! De pronto, Amancio Rodrí­guez fue acribillado a tiros. Dicen que lo mató Rafael González Ma­rrero, asesino a quien apodaban ‘el Burro’, enviado por la compa­ñía y sus adláteres. En la versión de Eduardo Galeano, cuando “sus compañeros lo fueron a enterrar descubrieron que no tenía calzon­cillos ni medias para llevarse al ca­jón”. Antes de asesinarlo, Amancio había rechazado, indignado y ra­bioso, un cheque en blanco de la Francisco Sugar Company. Hoy, el municipio donde estaba la compa­ñía, en la provincia de Las Tunas, lleva su nombre.
Brasil, mediados de los años 70. Don Elías Figueroa, el más grande futbolista chileno que el mundo haya vis­to, era en el Internacional de Porto Alegre considerado un “iluminado”, y literalmente, pues en la final del cam­peonato brasileño de 1975 le hizo un golazo al Cruzeiro, que le dio el título al Internacional, justo en el momento en que el cielo nublado se abrió para que un clarísimo rayo de sol iluminara al ‘Patrón del Área’. Dios lo quiso así. El presidente del club le ofreció un cheque en blan­co para que se nacionalice brasileño, pero don Elías lo rechazó y regresó a su larga y angosta patria (chileno, repito). Posteriormente, llegó por su cuenta a Europa para sumarse al equipo chileno que jugó un repecha­je con la Unión Soviética para la Copa del Mundo de Alemania 1978. ‘El Patrón’ ni siquiera tenía camiseta, ni chimpunes, ni nada. Pagó su viaje solo por llevar la roja en el pecho, por su patria. Muchos años después, ya retirado, le ofre­cieron otro cheque en blanco para asumir la gerencia técnica del Co­lo-Colo y solucionar la crisis de este equipo. En respeto a los hin­chas del Santiago Wanderers de Valparaíso, donde el estadio lleva su nombre, y para no enturbiar su imagen, declinó la oferta, así como los muchos ofrecimientos que le han hecho partidos políti­cos de todos los colores.
Perú, 2014. Una jauría de minis­tros que juraron “por Dios y por la patria” se aumentaron, ellos mismos, al doble su salario con la risible justificación de que son “técnicos” –cuando son en reali­dad cuadros políticos de confian­za, si no cómplices– y de que en el sector privado les pagan más. Pues bien, las puertas están abier­tas, señores, vayan y tomen sus cheques en blanco de las grandes corporaciones y den cabida a quienes real­mente quieren servir. Les aseguro, que talento y com­promiso con la patria (ese juramento que solo fue ruido en sus labios yertos), hay de sobra en este suelo. Para esos angurrientos, bien sabía Benedetti que la “patria o la tumba era otro pleonasmo”.
Hay cosas, francamente, que no se hacen por dinero. Hay cosas, simplemente, que se hacen.